El Despertar...

Era temprano y había una preciosa mañana de calor. Salí desnuda a mi jardín a regarlo mientras él dormía plácidamente en la cama. Yo estaba jugueteando con la manguera y mojaba mi cuerpo para

sofocar el calor. Era delicioso sentir como mi cuerpo se excitaba al humedecerlo.

No lo sentí bajar al jardín y según estaba jugando con el agua, me agarró por detrás..Desnudo, erecto. Me dijo: llevo un rato deleitándome con el espectáculo erótico que estás dando, me dejas que juegue contigo?. Empezó a besar mi cuello, pegaba su sexo contra mi culo, sus manos hacían brotar fuego en mi Olimpo. Me giré, me arrodillé sumisa ante el esplendor que ofrecía su sexo y mis manos aún húmedas, empezaron a masturbarlo.

Era digno de mi boca y no lo hice esperar. Su glande era posesión del fuego que me quemaba, engullía, mordía, jugaba a ritmo lento con mi lengua, Empecé a subir el ritmo a medida que mis manos presionaban arriba y abajo sus testículos. Estaba a punto de estallar y en ese momento, y ya que tenía al alcance de la mano la manguera del agua, lo empapé. Me moría de risa, pero él, cambió su cara de locura a cabreo soberano. Mis besos hicieron cambiar su cara y se dio cuenta que era un juego travieso mío. Eché a correr por la hierba y el detrás de mi hasta que me dio caza y me tiró al suelo.

Me puse encima de ella, con mis rodillas en sus brazos inmovilizándola, mi sexo quedo a la altura de su boca, ella pidió que le dejase libre pero mi deseo negó su petición y le penetre su boca, primero fue suave, deleitándome, pero ella sintió el impulso de sus deseos y continuo a un ritmo frenético, jugando y saciando su hambre, un hambre que solo podía saciar con mi sexo.

Después me desplace hasta estar entre sus piernas y mi pene justo encima de su Olimpo, notaba su calor, su humedad y sin soltar sus brazos, ella sintiendo el rozar de mi pene y su Olimpo cada vez más húmedo, hasta que no puede mas y me pide sentirme dentro de ella.

Estuvo un largo rato penetrándome, dilatando mi sexo, deseándolo cada vez mas con sus embestidas. De repente, me gira, me pone de rodillas y con suavidad, penetra mi culo,

lento muy lento…hasta que consigue dilatarme por completo y entonces empezó su fuerza de macho a montar a su hembra. Me volvía loca esa violación consentida y al unísono llegaron nuestros orgasmos. Desplomados en la hierba, simplemente me acurrucó entre sus brazos.